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Fotografía: Fabián Hernández Mena |
Creo que ya conté que en Costa Rica me habían hecho un par de entrevistas, ahora, gracias al bibliotecario Carlos Ramírez, me he enterado que se ha publicado la que me hizo el incisivo periodista José Eduardo Mora en el combativo Semanario Universidad y que ha titulado "Shakespeare hoy no haría teatro, sino películas". ¡Qué osado puede llegar a ser uno cuando lo entrevistan!
Durante toda la conversación el excelente fotógrafo Fabián Hernández Mena estuvo haciendo su trabajo e incluso fuimos a la Escuela de Arquitectura, que está al lado de la sede del periódico, para continuar allí con sus fotografías; los curioso es que en esos días se estaban exponiendo sus fotos en Canarias en la muestra (Re)presentaciones, fotografía latinoamericana contemporánea, un proyecto surgido de la edición de este año de Photoepaña.
Copio aquí el texto que ha aparecido en la Web del Semanario, por si pudiera interesarle a alguien:
El arquitecto español Jorge Gorostiza visitó el país del 22 al 27 de septiembre para participar en el seminario “La arquitectura como instrumento cinematográfico”, durante su estadía conversó en una entrevista con UNIVERSIDAD sobre la relación entre cine, arquitectura y ciudad –hoy muy vinculada a la ficción– y a cómo se perciben las realidades desde esas esferas.
Estuvo acompañado por Ana Pérez −con quien escribió un estudio crítico sobre Blade Runner, filme de Ridley Scott que marcó un hito en el cine de ciencia ficción− y el arquitecto y profesor José Enrique Garnier, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Don Jorge, estamos ante tres palabras que, juntas, convocan mucho: arquitectura, cine y ciudad.
−Evidentemente, es algo que todos los seres humanos sufrimos de alguna forma. El cine, más que cine hoy hay que hablar de imagen en movimiento, está muy presente. Por los aparatos móviles, es mejor de hablar de imagen en movimiento. Y más que cine y arquitectura, hoy estamos hablando de realidad y ficción.
¿Cómo llega a este tema del cine y la arquitectura?
−Fui cinéfilo desde niño. Mi padre, en vez de contarme cuentos, me contaba argumentos de películas. Por ejemplo, me contaba el argumento de Casablanca; pero en ese argumento el capitán Renault, que es el sinvergüenza que sobrevive a todo, era el héroe. Antes de pensar en ser arquitecto, ya era un cinéfilo. Después de ser arquitecto, empecé a relacionar mi profesión con mi afición o pasión, y luego comencé a estudiar el tema como una disciplina seria.
En los últimos cinco años se han empezado a organizar los festivales de cine y arquitectura. ¿Estamos en presencia de una moda?
−No. Son una necesidad. Debería haber festivales de cine y medicina, por ejemplo, porque todos los seres humanos estamos involucrados con imágenes en movimiento. Debemos prepararnos para lo que viene, que no nos dé miedo, prepararnos para manejar mejor los recursos.
¿Se ha intensificado ese interés por la imagen?
−Afortunadamente ahora hay muchas posibilidades. Mi generación solo veía películas en cines. En mi país no había televisión. Luego hubo televisión en blanco y negro. Después estuvo el VHS. Ahora, se pueden ver películas en un autobús con el teléfono móvil (celular).
¿Cómo influye la tecnología en ese sentido?
−Es un instrumento. Igual que un arquitecto antes diseñaba a lápiz, a mano, ahora lo hace en ordenador (computadora), ahora tenemos otro tipo de arquitecturas. Es lo mismo que pasa con un teléfono móvil. Soy jurado de un festival en Hungría al que llegan cosas de todo el mundo, y son películas hechas con un teléfono celular. Es impresionante lo que hacen los jóvenes, especialmente. Hay que tomar en cuenta que una película hoy se ve más en Youtube que en un cine.
¿Qué función juega una narrativa sólida en estas creaciones?
−Es evidente la necesidad que tiene el ser humano de contar historias, de viva voz, alrededor de una fogata, esto en la tradición oral. Hace algunos años quien quería contar en cine solo podía hacerlo en 35 milímetros. Ahora se puede hacer, por ejemplo, por videojuegos, que tienen mucha fuerza narrativa, y no solo son aquellos en los que se matan marcianitos. Esto no quiere decir que la narrativa sea mejor, pero creo que si Shakespeare viviera hoy, no haría teatro, sino películas.
Siempre en la relación de cine y arquitectura, podría citarme cinco formas en que se influyen.
−Veo que está usted preparado (risas).
Al menos leí su blog.
−Eso no vale. Bien. La primera de ellas es cuando en una película el personaje es un arquitecto. Es muy importante determinar cómo nos ven. La segunda es por medio de la creación de espacios cinematográficos, los arquitectos podemos hacer espacios reales o que sean solo cinematográficos. La tercera es que ya hoy día un estudiante o arquitecto, en vez de hacer una maqueta, crea una historia con imágenes en movimiento para mostrar su proyecto. La cuarta son aquellos edificios creados para las películas, para que sucedan las ficciones. Y quinto, se da cuando un director, además, es arquitecto. Menciono cinco, pero hay muchas más relaciones.
¿Cómo el cine puede influir en la promoción de una ciudad?
−Muchos argumentos se desarrollan en Nueva York, por ejemplo, pero en verdad no está sucediendo ahí la acción, sino que se crearon esos espacios, que a la vez promocionan a dicha ciudad. Las ciudades tienen oficinas para facilitar los rodajes. En las islas Canarias, de donde soy, se facilitan mucho los rodajes porque ello ayuda en mucho a la promoción.
En Estados Unidos ya hay tours, para que la gente vea dónde está la casa de tal o cual personaje de la película o de la serie de televisión.
Al revés, ¿cómo creaciones de cine han influido en la realidad?
−Los parques temáticos están basados en películas; o sea, se recrea lo que se ve en la película.
En el plano de la arquitectura, usted apuesta por una funcional.
−Creo que hubo una moda en Europa y en el mundo, y fue la de las grandes estrellas en arquitectura, y el peor de todo es Santiago Calatrava, que tiene un estilo, y lo va repitiendo sin importar el entorno. Son edificios que cuestan mucho dinero y no sirven para nada. En Europa hay arquitectos que hacen edificios para que salgan en la foto de la revista, pero no funcionan, son peores que decorados, porque estos sirven para las películas. Es una inmoralidad y una canallada que salga bien en la foto y ya. La arquitectura tiene que funcionar. Los arquitectos no somos escultores. La arquitectura tiene que tener muy presente a la persona. Si uno está leyendo una novela y no le gusta, la tira; si está viendo una película y no le gusta, la deja; no se puede hacer eso con la arquitectura.
¿Lo humano se olvida a menudo en lo arquitectónico?
−Es fundamental. Ahora, como en toda profesión, hay buenos y malos arquitectos. El problema con la arquitectura es que si es grave te condena a vivir en un edificio espantoso.
Volvamos a Calatrava, ¿por qué tanta fama si siempre está rodeado de polémicas?
−Santiago Calatrava es una estrella, pero todo comenzó con lo que en Europa llamamos “el efecto Guggenheim”. El museo de Bilbao cambió por completo la ciudad y se pensó que como el edificio de Frank Gehry −ubicado al lado de la ria, en una antigua naviera− cambió la ciudad, eso mismo podía suceder en otras ciudades. En Santa Cruz de Tenerife hay dos edificios de Calatrava, uno funciona y otro no. Calatrava, además de arquitecto, es ingeniero graduado en Ginebra. El arquitecto debe tomar en cuenta el entorno, lo social porque, repito, un arquitecto no es un escultor.
¿Pudo ver San José?
−Me habían hablado muy mal de San José, que era una ciudad muy fea, pero es una ciudad en que se puede caminar, que tiene vida en sus calles y edificios magníficos como el del Museo de Oro y el teatro que está al lado (el Teatro Nacional). Me gustó mucho la antigua fábrica de licores (CENAC), vi buenas exposiciones, a nivel de cualquier ciudad.
Ahora, lo más importante de una ciudad son sus habitantes. Me gustaron los espacios públicos, los parques, porque aunque de donde vengo tenemos naturaleza, no se le asemeja a lo de aquí, a la exuberancia.
¿Cuánta ficción nos va quedando de la arquitectura por las películas que vemos?
−En la primera conferencia que di decía que ya casi todo es ficción. ¿Qué es la realidad? Hay un debate, iniciado hace mucho por los franceses, entre qué es realidad y qué es lo real. La ficción nos invade y hay que saber afrontarla. Bueno, así ha sido siempre. Acordémonos de un Alonso Quijano, que enloqueció porque leía libros de caballería.
¿Está el país preparado para un festival de cine y arquitectura?
−No solo es posible, sino que es muy necesario. Un festival de cine propicia el pasar películas que no se suelen ver, que son polémicas y esto estimula. Igual, la Escuela de Arquitectura de la UCR tiene un gran nivel; lo he vivido con las preguntas que me han hecho los estudiantes, que me pusieron en verdaderos aprietos, y le sería estupendo un festival de cine y arquitectura. Esto que he visto y vivido lo voy a contar.
¿En su blog?
−En mi blog, y espero en otros espacios de mayor difusión (risas).