Varias razones me han impedido publicar en su momento una reseña sobre Ciudad Pánico: Morfologías urbanas del horror, que se publicó coincidiendo con le celebración del último Festival de Sitges, estupendamente editado por Hermenaute.
Este libro coordinado, como otros del Festival, por Ángel Sala y Jordi Sánchez Navarro, comienza con un prólogo de los coordinadores y está dividido en los siguientes apartados:
Este libro coordinado, como otros del Festival, por Ángel Sala y Jordi Sánchez Navarro, comienza con un prólogo de los coordinadores y está dividido en los siguientes apartados:
Sánchez-Navarro habla en el primer capítulo sobre la representación de algunas ciudades italianas legendarias en el cine de terror y su relación con el concepto de lo sublime terrorífico. Yo elegí analizar, a través de los nombres y la morfología urbana, como funcionan las urbes imaginadas y los pueblos inventados en las ficciones cinematográficas. Los guetos y suburbios residenciales son el material que ha tratado Victoria Santamaría Ibor en su texto. Símbolo del colapso del siglo XX, Detroit es uno de los feroces escenarios predilectos del terror contemporáneo, analiza por Lluís Rueda. Ángel Sala propone un recorrido los muchos horrores de la ciudad total, por las grandes megalópolis urbanas de la actualidad. Antonio José Navarro con su solvencia habitual, establece una muy especial cartografía española del miedo urbano. Carlos Tabernero estudia la representación de las ciudades abandonadas. El volumen se cierra con una selección de películas comentadas por Xavi Sánchez Pons y Ángel Sala.
Como en otras entradas de este blog, reproduzco a continuación los primeros párrafos de mi artículo:
La ciudad es una de las creaciones humanas más compleja, controvertida y fascinante, por eso puede analizarse tomando como punto de partida varias disciplinas diferentes y abordando temas muy diversos. Uno de ellos es su perversidad, el daño que causa y el horror que provoca, ya que la urbe, como ha escrito Marta Llorente, es «un ámbito para la extensión del temor y la vivencia del miedo», porque «está fuertemente vinculado al espacio; adquiere significación plena en los distintos teatros de la imaginación y de la memoria. Se muestra crudamente en los escenarios de la realidad. El miedo se afinca en territorios privados y en escenarios públicos. El marco de la ciudad supone, para cada uno de sus habitantes, una escena en la que se establece la figura de sus temores, el espectro del miedo».
Entre todas las clases de ciudades, las denominadas ficticias, que también pueden llamarse imaginadas y legendarias, son aquellas que solo se pueden conocer y analizar a través de una ficción, es decir, nunca existieron, ni posiblemente llegarán a existir y al mismo tiempo pueden ser todas ellas, con la ventaja que tanto sus morfologías como los problemas de sus habitantes se pueden extrapolar a muchas otras.
Si quieren seguir leyéndolo les recomiendo que compren el libro, sobre todo, en una librería, como por ejemplo en la madrileña Ocho y medio.
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