Cubierta del catálogo |
El catálogo vale la pena por la cantidad de estupendas y muy bien elegidas ilustraciones que aparecen en sus páginas, pero también hay un texto muy interesante, escrito por los comisarios antes mencionados, quienes además me encargaron un artículo sobre las decoraciones de las películas españolas de la década de los treinta, que titulé: «Ambientes y muebles innovadores en el cine español de los años treinta» --con el que debo confesar que disfruté mucho-- y que se ha publicado al final del catálogo.
Como en otras ocasiones, reproduzco los primeros párrafos de mi artículo, por si pudieran interesarles a alguien:
Cualquier personaje de una película está rodeado por espacios y mobiliario que interpretan un papel fundamental en la narración, porque están dando datos sobre sus rasgos personales y sociales. La elección de estos ambientes y muebles sirve para conocer cómo se los considera en el mundo real, adquiriendo además un nuevo significado al haber sido elegidos intencionadamente para darle profundidad a un relato.
Cuando se menciona al cine filmado en nuestro país en la década de los treinta, hay que tener en cuenta que según el Catálogo del cine español: Films de Ficción 1931 – 1940 se rodaron doscientas sesenta películas, pero la mayor parte de ellas «ya no existen» (Juan B. Heinink y Alfonso C. Vallejo, 2009), por lo que hoy en día es complicado conocer cómo era exactamente el cine en aquellos años, contando solo con las copias conservadas, así como con fotografías y textos sobre las desaparecidas.
La mayoría del mobiliario y los decorados que se usaron en España desde las primeras filmaciones, hasta finales de los años veinte, pertenecían a empresas dedicadas al atrezo y la escenografía teatrales y sus muebles eran bastante anodinos; los escenógrafos cinematográficos de este periodo también venían del teatro y los nuevos se fueron formado en el cine comenzando a trabajar como aprendices.
A principios de la década de los años treinta, comienzan a verse en el cine español ambientes y muebles más avanzados que en las décadas anteriores. En el verano de 1932, invitaron al salón de baile madrileño Ideal Rosales a varios periodistas, entre ellos a uno que escribió sobre la instalación de «unos soberbios decorados, a todo lujo y sin regatear gastos», después se trasladaron a los sótanos del cine Palacio de la Prensa, donde había «más interiores suntuosos y modernísimos, mucho mejores que los de algunas superproducciones extranjeras» (Antonio de Salazar, 1932), estos decorados los había creado el escenógrafo y después director cinematográfico Fernando Mignoni, para Yo quiero que me lleven a Hollywood, dirigida por Edgar Neville, que ha desaparecido, pero de la que se conservan algunas fotografías, entre ellas una de un bar con una barra brillante, espejos y pinturas geométricas en las paredes, y tres taburetes metálicos cromados, posiblemente los primeros muebles de este tipo que se usaron en el cine español. Quizás ese mobiliario fuera el mismo que otro periodista vio el año siguiente en las oficinas de Filmófono situadas «en los sótanos pintorescos del Palacio de la Prensa» en «una salita de espera de muebles rolaco» (Santiago Aguilar, 1933), desde entonces se han vuelto a emplear muebles que pertenecían a particulares y otras empresas cinematográficas tuvieron mobiliario moderno en sus sedes.
Como siempre, si quieren seguir leyéndolo, tendrán que conseguir el muy recomendable libro El afán moderno.
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