Portada del n.º 246 |
En el último número de Arquitectura Viva, el 248 de diciembre de 2022, se publica un artículo mío titulado como esta entrada «Minimalismos escénicos», en el que se habla sobre películas y series recientes, en las que aparecen edificios que se pueden encuadrar en los denominados minimalistas.
Uno de ellos es el protagonista de la serie británica estrenada en España este año, La chica de antes, creado por el diseñador de producción Jon Henson, que ha mencionado como sus fuentes de inspiración obras del estudio Gosize y de Vincent Van Duysen,
Este edificio se supone que está situado en el número uno de la calle Folgate, que en realidad está en el barrio londinense de Shoredich, aunque en la serie, gracias a los planos aéreos desde los -ya inevitables- drones, esa calle se sitúa en Hampstead; su fachada se construyó al final de una vía sin salida en Redland, un suburbio de Brístol y sus interiores se levantaron en los estudios The Bottle Yard, también en esta última ciudad. A pesar de toda esta mescolanza, no sería extraño que llegase a construirse en realidad un edificio como el de la serie e incluso que alguien lo adquiriera para vivir en él.
Un edificio que casi parece tener vida propia y como algunas casas encantadas que aparecen en novelas y películas, siempre están en contra de los seres humanos que las habitan, incluso intentando asesinarlos, como si hubiera un enfrentamiento ancestral entre las edificaciones y quienes las crean.
Respecto a la arquitectura, muchas de las recopilaciones de edificios etiquetados como minimalistas son “cajones de sastre” en los que cabe casi cualquier edificación, siendo suficiente que sus fachadas estén formadas por paralelepípedos, no tengan ventanas, sino grandes cristaleras, sus interiores permanezcan casi vacíos, sin muebles, ni utensilios y la mayoría de las veces sus paramentos estén pintados con colores claros con preferencia por el blanco puro.
No es la primera vez, ni posiblemente será la última, que se han usado elementos de un determinado estilo o tendencia, sin tener en cuenta sus bases teóricas, limitándose a reproducir sus formas, como si fueran independientes y no el resultado de esa teoría, logrando crear solo una moda y además efímera. En todas esas ocasiones, el resultado ha sido el mismo: pastiches sin interés arquitectónico, como la casa de La chica de antes.
Como siempre, reproduzco el primer párrafo de mi artículo por si pudiera interesarle a algún lector:
Los títulos de crédito de The Girl Before, la miniserie recientemente estrenada en España con el título La chica de antes, van apareciendo sobre unos planos en movimiento en los que se ven los interiores de una edificación casi vacía, con paramentos ortogonales y desnudos, sobre los que surgen las sombras de dos mujeres. Desde el primer momento se establece que ese edificio va a ser crucial en su argumento y que incluso se convertirá en “un personaje más de la acción”. Una expresión tópica usada muchas veces, también para referirse a ciudades en películas con tramas eminentemente urbanas, porque las poblaciones y/o edificaciones son tan importantes como cualquiera de los intérpretes humanos que circulan entre sus ámbitos.
Y también como siempre si quieren seguir leyéndolo, tendrán que comprar el número 248 de Arquitectura Viva.
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