Cubierta del libro |
Esta mañana tuve que emprender la complicada tarea de ir a Correos a recoger un paquete. No voy a entrar en los problemas absurdos que implica esta tarea, sino que voy a hablar de algo mucho más interesante, sobre lo que contenía ese paquete, es decir, el libro Sombras de Caligari: Cien años de cruces y diálogos con el primer clásico del fantástico, coordinado por Ángel Sala y Jordi Sánchez-Navarro, y publicado este año por Editorial Hermenaute, en colaboración con el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, más conocido como Festival de Cine de Sitges.
Se trata de un volumen colectivo que se inicia con un prólogo de sus coordinadores, tras el que Lluís Rueda escribe «El gabinete del Doctor Caligari, Itinerario escénico de un psicópata», en el que narra las circunstancias que rodearon a la producción de la película; tras este artículo, Alan Salvadó es el autor de «De Caligari a cualquier otra parte. La recepción de un clásico» donde entre otros temas, trata sobre la película en los estudios de género; después se publica un texto mío, «Una realidad detrás de otra realidad. El caligarismo estético» en el que estudio los antecedentes formales y la influencia que la película ha tenido hasta la actualidad en el teatro y las llamadas artes plásticas; el antes mencionado Jordi Sánchez-Navarro escribe «"Todos pensáis que estoy loco". Las huellas del relato delirante de El gabinete del doctor Caligari en el cine posterior» cuyo título deja muy claro su contenido; el mismo autor escribe el siguiente artículo, «Un mundo de pesadilla. Escenarios y paisajes caligaristas más allá de Caligari» que va estudiando cada uno de los espacios de la película y relacionándolo con otras posteriores; Carlos Tabernero escribe «Médicos, feriantes, vampiros y zombis. El poder según Caligari» donde estudia estos personajes en oras películas posteriores; «Genios y monstruos. Mad doctors y místicos a raíz de Caligari y Mabuse» es el título del texto de Violeta Kovacsics donde analiza a esos tipos de personajes en el cine de los siguientes años; el antes citado Ángel Sala escribe «Los laberintos de Holstenwall. Los sueños y la locura como desdoblamientos del caligarismo cinematográfico» y también el interesante «El caligarismo televisivo. La pequeña pantalla como interfaz metalinguística del clásico»; el libro acaba con el comentario que hacen los coordinadores sobre veinticinco películas relacionadas con Caligari. No se debe acabar este comentario sin mencionar el estupendo y cuidadoso diseño del libro y de su cubierta cuyo autor es Miki Edge.
También he de mencionar que este año Hermenaute y Sitges publicaron otro libro imprescindible, ¡A mordiscos! La increíble historia de Germán Robles, un vampiro español en México, escrito por el reconocido investigador Jesús Palacios y cuyo título ya explica su apasionante contenido.
Como he hecho en otras ocasiones, copio el primer párrafo de mi artículo:
Alemania, invierno de 1919. Tres jóvenes escenógrafos han estado todo un día y parte de una noche leyendo un guion y dibujando los bocetos para crear decorados, ya es muy tarde y al día siguiente van a mantener una reunión crucial, porque se los enseñarán al director y al productor de la película, y han de triunfar en una tarea complicada, tienen que convencerlos para hacer algo que, hasta ese momento, se ha visto muy pocas veces en las pantallas.
Uno de esos jóvenes es Hermann Warm y más de cuarenta años después contó como el director, “el Dr. Robert Wiene, reconoció inmediatamente las posibilidades de un éxito comercial o, en el peor de los casos, de un impacto periodístico”. El proyecto había sido aprobado, pero no por su aspecto, su innovación o sus posibilidades cinematográficas, sino solo por cuestiones económicas.
Warm tiene treinta años, entre 1905 y 1907 estudia para ser pintor de decorados en la Kunstgewertbeschule, la escuela de artes y oficios de Berlín, los cuatro años siguientes es meritorio de escenografía en teatros berlineses, en 1912 comienza a trabajar en la industria cinematográfica, cuatro años después, durante la Primera Guerra Mundial, es escenógrafo del teatro del ejército en Vilnius, donde conoce al pintor Walter Reimann y después de la guerra lo contrata la productora Decla, una de sus primeras películas en esa empresa es El gabinete del Dr. Caligari.
En 1919, Reimann tiene treinta y dos años, sobrino del pintor Karl Priem, estudia en la Kunstschule, la escuela de arte de Berlín, y después en Dússeldorf y Hamburgo, donde trabaja pintando decorados teatrales, antes de la guerra hace ilustraciones en periódicos, Warm sugiere que lo contraten en la Decla para pintar escenografías, como hace con Walter Röhrig, que en 1919 tiene veintidós años, estudia pintura en Berlín y Zurich, donde también trabaja como pintor de decorados teatrales y acaba de llegar a Berlín en 1918. Los dos últimos acaban de trabajar haciendo los decorados de Die Pest in Florenz (Otto Ripert, 1919) bajo las órdenes de Warm, por eso este les llama para que le ayuden a crear los espacios de El gabinete del Dr. Caligari y aunque años después, uno de su guionistas y su productor, se atribuyeron la responsabilidad de haber sugerido el aspecto de la película, fueron los tres escenógrafos los verdaderos responsables.
Se ha escrito muchas veces que Warm, Reimann y Röhrig pertenecieron al grupo expresionista Der Sturm, pero lo cierto es que sus nombres no se encuentran entre los que aparecieron en la revista, ni sus obras se colgaron en las paredes de la sala de exposiciones. Lo que si está claro es que, como se ha mencionado antes, los tres trabajaron en el teatro.
Si desean seguir leyéndolo tendrán que comprar el libro, ya sea en línea en la página de la editorial o en una libraría como la madrileña y muy recomendable 8 1/2.
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