Esta mañana se ha publicado en el diario La Verdad de Murcia una entrevista titulada «No somos esclavos de nada», que me hizo Gema Moreno hace unos días, por la aparición de El intruso electrónico: La TV en el espacio arquitectónico, publicado por la editorial Newcastle y del que hablé en la anterior entrada de este blog. La reproduzco entera, porque creo que puede ser interesante:
Una familia reunida delante del televisor. Todos callan y se limitan a absorber la escasa programación que les escupe la televisión. Esta es una de las potentes imágenes que se reflejan en el libro del arquitecto y pensador Jorge Gorostiza El intruso electrónico. La TV y el espacio arquitectónico, publicado por la editorial murciana Newcastle, dirigida por Javier Castro. Amante del cine y la arquitectura, de niño se descubrió envuelto en un arrasador huracán de cambio que terminaría trastornando todo su mundo por culpa de un hipnotizante aparato. «De repente la ciudad comenzó a adaptarse a este nuevo intruso, aparecieron los teleclubs, la estética de los edificios se modificó, se implantaron antenas e incluso cambió el interior de los hogares para dejarle hueco», explica Gorostiza a La Verdad.
La pequeña pantalla se convirtió rápidamente en el miembro predilecto de la familia, sirviendo como espacio de reunión para vecinos y amigos. «La televisión logró que viniera más gente a mi casa», relata el autor canario en su libro.
Este lugar de convivencia que, en el caso del arquitecto solía estar repleto de las voces que protagonizaban los cuentos de su abuelo y las películas que le contaba su padre, pasó a colmarse de silencio aunque, según asegura, sin suponer ello un perjuicio para la familia: «Tampoco hay que darle tanta importancia a la reunión y a la conversación porque había casos en los que sí que era interesante lo que se hablaba y se aprendía de ello, pero también había otros en los que no. Además, pienso que si alguien quiere comunicar algo lo va a hacer haya televisión o no», asegura Gorostiza.
Su padre también era un gran partidario de este invento y defendía la armonía que reinaba en el hogar cuando la televisión iluminaba el salón: «Muchas veces decía que de esta forma estábamos reunida toda la familia mientras que antes cada uno estaba en su cuarto leyendo».
Gorostiza afirma que la televisión despojó a la casa de ese aire de castillo o fortaleza que protegía a la familia de modo que todo girase en torno a ella. Sin embargo, considera innegable que este poder le ha sido arrebatado hoy. «Todo ha cambiado. Creo que precisamente es un buen momento para escribir sobre los orígenes televisión porque esta, tal y como la habíamos conocido, ha desaparecido».
La irrupción de las nuevas plataformas digitales y de las pantallas inteligentes ha transformado indudablemente el modo de consumir los productos audiovisuales. Aunque, según explica, no es la primera vez que esto ocurre: «Ha cambiado la actitud del espectador frente a este aparato, ahora la televisión se ve con el móvil en la mano y con el cine ya sucedió lo mismo. Antes tenías que salir fuera del cine a comer y ahora a nadie le parece raro comprar palomitas en la misma entrada. Yo soy muy optimista, creo que las cosas ahora son mejores».
En la actualidad se ha llegado a pronosticar la muerte de la televisión al contemplar el avance irrefrenable de las innovaciones tecnológicas como las tablets, móviles y portátiles, que han acaparado a los espectadores y arrasado con los índices de consumo. Gorostiza apoya al aparato al que guarda tanto cariño y que puso su mundo patas arriba permitiéndole ver por primera vez las películas que tanto le había contado su padre. «También se auguró el final del cine con la llegada de la televisión y no ha sido así. No desaparecen, se transforman».
El amor al cine de este arquitecto se remonta a la película Casablanca, una de aquellas tantas historias que su padre le contaba cuando era pequeño: «Cuando se emitió Casablanca por la televisión, yo ya me sabía frases casi enteras». Fueron sus primeros coqueteos con el mundo audiovisual y lo que le llevaría más tarde a apasionarse por el cine, aunque siempre respetando su consolidada relación con la arquitectura: «Hay muchísima relación entre ellas dos, a pesar de que no lo parezca son muy compatibles el cine y la arquitectura. Los cineastas saben guiar, imaginar y los arquitectos sabemos construir. Como arquitecto me parece muy interesante lo que nos pueden enseñar los cineastas sobre arquitectura».
La televisión no siempre ha sido vista con los buenos ojos que tiene el arquitecto para ella y es que, a la denominada durante años como «la caja tonta», se la llegó a considerar perjudicial para la salud durante mucho tiempo. Incluso se inventaron multitud de bulos sobre ella. Este autor compara ese tipo de actitudes recelosas ante los avances tecnológicos con aquellas que persisten en otros aparatos en la actualidad: «Con las imágenes de la televisión pasó lo mismo que ha sucedido ahora con las ondas de los móviles. Se comenzó a decir que producían daños cerebrales. Posiblemente no sean buenas pero los beneficios que trajo la televisión son superiores a los malos que ha traído a la sociedad».
Al final, ya sea el televisor, los nuevos dispositivos o el cinematógrafo de los hermanos Lumière, todos comparten la misma y asombrosa particularidad: la atracción irremediable que nos procura la imagen en movimiento y que consigue atraparnos durante horas y horas delante de una pantalla. Gorostiza no titubea a la hora de señalar al culpable: «Hay personas que tienen especial predilección para dejarse encandilar por cualquier cosa. Alonso Quijano se volvió loco leyendo novelas de caballerías. La culpa es suya por tener esa predisposición para volverse adicto. Yo no creo que las cosas te atrapen sino que te dejas atrapar. No somos esclavos de nada» sentencia el arquitecto.
Con este tipo de deliberaciones comenzó el canario a tejer el profundo análisis que abarcaría su obra sobre la transformación que supuso el televisor, ya no solo en la sociedad misma, sino en la propia arquitectura española. la primera punzada que desató la imaginación de Gorostiza y que hilaría este complejo estudio puede llegar a sorprender a más de uno: «La idea que me llevó a escribir este libro surgió leyendo como era la cama del fallecido dueño de Playboy, Hugh Hefner, que tenía un proyector, un tocadiscos y pensé en cómo los espectáculos domésticos en general transformaron las casas y la arquitectura».
El cómo serán las casas del futuro continúa siendo un misterio, aunque el autor, positivo, se atreve a pronosticar alguna pincelada: «Quizás incluso las paredes sean pantallas y las habitaciones se convertirían en grandes salas de proyección, pero a la vez habrá una estantería con libros. Pero no será como hemos visto en la ficción, eso seguro», afirma.
Hasta aquí la entrevista.
Al final, ya sea el televisor, los nuevos dispositivos o el cinematógrafo de los hermanos Lumière, todos comparten la misma y asombrosa particularidad: la atracción irremediable que nos procura la imagen en movimiento y que consigue atraparnos durante horas y horas delante de una pantalla. Gorostiza no titubea a la hora de señalar al culpable: «Hay personas que tienen especial predilección para dejarse encandilar por cualquier cosa. Alonso Quijano se volvió loco leyendo novelas de caballerías. La culpa es suya por tener esa predisposición para volverse adicto. Yo no creo que las cosas te atrapen sino que te dejas atrapar. No somos esclavos de nada» sentencia el arquitecto.
Con este tipo de deliberaciones comenzó el canario a tejer el profundo análisis que abarcaría su obra sobre la transformación que supuso el televisor, ya no solo en la sociedad misma, sino en la propia arquitectura española. la primera punzada que desató la imaginación de Gorostiza y que hilaría este complejo estudio puede llegar a sorprender a más de uno: «La idea que me llevó a escribir este libro surgió leyendo como era la cama del fallecido dueño de Playboy, Hugh Hefner, que tenía un proyector, un tocadiscos y pensé en cómo los espectáculos domésticos en general transformaron las casas y la arquitectura».
El cómo serán las casas del futuro continúa siendo un misterio, aunque el autor, positivo, se atreve a pronosticar alguna pincelada: «Quizás incluso las paredes sean pantallas y las habitaciones se convertirían en grandes salas de proyección, pero a la vez habrá una estantería con libros. Pero no será como hemos visto en la ficción, eso seguro», afirma.
Hasta aquí la entrevista.
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