Portada del primer número de el50 |
Mi buen amigo Jesús Palacios me pidió un artículo para el50, el periódico de la 50ª edición del Festival Internacional de Cine de Gijón y se publicó en su primer número con el mismo título que le he puesto a esta entrada, aunque quizás hubiera sido más exacto otro título más fúnebre como «La muerte del cine y la arquitectura». Mi artículo es el siguiente:
Tras cumplir más de un siglo, el cine, el denominado séptimo arte y el más joven de todas ellas, se ha relacionado con las otras seis, entre ellas la Arquitectura, posiblemente la más antigua. Relaciones que se han analizado bastantes veces y desde diversos puntos de vista, aunque siempre surge alguno nuevo, por ejemplo, se podrían proponer estudios impertinentes como: las semejanzas entre Nolan y Calatrava en su afán por hacer monumentos vacíos; la insistencia pertinaz de cineastas patrios en rodar sus películas siempre en las mismas calles de las mismas ciudades; la fobia que le profesan al Cine arquitectos que diseñan cines; el nivel de soberbia de directores y arquitectos que les impide reconocer sus mutuas deudas estilísticas; el rendimiento de construir grandes infraestructuras sin relación con el cine para que luego se rueden películas en ellas y su contrario, el de hacer grandes infraestructuras dedicadas al cine para que luego no se ruede en ellas…
Sin embargo, hoy en día la relación más incuestionable entre arquitectos y cineastas es su defunción. Sí, es tan duro y contundente como cierto, pero se puede explicar.
Empecemos por los primeros, el que un cargo público tenga la esperanza de que muramos, no puede considerarse sólo una anécdota, porque desgraciadamente es un sentimiento más generalizado de lo que parece -aunque quizás sin tanta contundencia-, que debería hacernos reconsiderar nuestra actividad profesional, dañada y transformada para siempre por esta crisis. Habría además que plantearse reflexiones sobre varios temas, como el modelo actual de enseñanza de la profesión que ha de modificarse inmediatamente orientándolo más hacia lo virtual y menos a lo material; lo que han supuesto los edificios de las súper estrellas de la arquitectura en nuestro panorama cultural, así como la actitud de los arquitectos que, en vez de criticarlos, se propusieron alcanzar el estrellato sin conseguirlo.
En cuanto a los cineastas, se tienen datos que en todo el mundo las proyecciones en complejos multisalas comerciales captan cada vez menos público y la mayoría de los espectadores son adolescentes. Hace muchos años que los empresarios ganan mucho más dinero con las palomitas que con las entradas, por eso estos complejos se están transformando en bares y cafeterías donde se celebran cumpleaños, al mismo tiempo que se proyectan eventos deportivos, musicales y hasta óperas. Respecto a las otras salas, las que exhiben ese cine que Jesús Palacios denomina ONG, en la mayoría de ciudades de provincias desgraciadamente sólo acceden a una cuota de mercado que comprende a espectadores muy cercanos a la llamada, de forma eufemística, tercera edad. El cine tal como lo conocimos las generaciones que nacimos en el, cada vez más lejano, siglo pasado está desapareciendo y dejará de existir, como ya le ocurrió a otros espectáculos incluso más antiguos.
Hasta aquí la muerte. Ahora el futuro, no se debe olvidar que el Ave Fénix es una metáfora ancestral y tanto cineastas como arquitectos tenemos una predilección y una habilidad especial por reinventarnos y sobrevivir a los peores embates. No en vano los arquitectos podemos enorgullecernos de ser el segundo oficio más viejo del mundo tras la prostitución, y ya que estamos con quienes, para bien o para mal, somos los encargados de construir los lugares donde va a transcurrir la vida de nuestros congéneres, es evidente que estamos preparados para hacer nuestro trabajo, que siempre hemos sido los más críticos con quienes realmente han tenido y tienen el poder para (mal) construir nuestras ciudades, y esa es otra razón por la que nos detestan, y que frente a nosotros ahora se abre un campo inmenso -donde también está la imagen en movimiento- lleno de fantásticas posibilidades.
Respecto a los cineastas, todos estamos rodeados cada vez por más pantallas, desde la del móvil, hasta las gigantescas de los IMAX, y muchas personas están alimentándolas creando imágenes para ellas. Imágenes que en muchos casos son generadas para manipular a la población y esta se opone a ellas usando otras imágenes, enfrentadas en una “guerra” innovadora y apasionante. Lo cierto es que, nos guste o no -a mí me encanta- el futuro será virtual, descentralizado y múltiple, y en él tendrán mucho que aportar los cineastas, o como se denominen entonces quienes dominen los mecanismos de la narración en movimiento.
Por último, se debe reconocer que, aunque quizás no nos hayamos dado cuenta, el Cine, la imagen en movimiento, hace años que le ganó la partida a la Arquitectura, lo que conduce a la escalofriante constatación de que la ficción ha superado a la realidad.
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