Hace unas semanas escribí sobre el Diccionario del Cine Iberoamericano: España, Portugal y América, editado por la Fundación Autor y el ICCMU pertenecientes a la, en estos días polémica, SGAE, en relación con mi entrada sobre la Arquitectura de salas. Como decía entonces, hice 127 voces, entre ellas varias temáticas, como la antes mencionada, como una sobre la Historia de la Dirección Artística en España, cuyo inicio copio a continuación:
Dirección artística (Historia de la). La dirección artística es el arte y oficio de crear todo lo que rodea a los intérpretes, desde el espacio en el que se desenvuelven, hasta los objetos que emplean. El desarrollo de la profesión de director artístico en España es similar a la de otros países y está muy ligada al Estudio de Rodaje, una tipología arquitectónica nueva que surge para resolver problemas técnicos y escenográficos.
I. Orígenes y desarrollo inicial (1895 - 1931). II. Esplendor, guerra y exilio (1932 - 1939). III. Apogeo de los estudios. (1940 - 1950). IV. Realismos y rodajes en exteriores (1951 - 1969). V. Ocaso de los estudios (1970 - 1980). VI. Nuevos medios, nuevos retos (1981 - 2005).
I. ORÍGENES Y DESARROLLO INICIAL (1895 - 1931). La mayoría de las cintas filmadas en los comienzos del cine español son documentales que muestran un evento más o menos cotidiano. En su rodaje no hace falta contar con alguien que modifique sustancialmente los elementos reales que rodean la acción. No son necesarios los directores artísticos. En los títulos de crédito de las primeras películas de ficción no aparece el responsable de la decoración, aunque se usen decorados, porque para elegirlos y colocarlos no hace falta alguien con una profesión específica. En esos años hay bastantes sociedades que se dedican a diseñar y construir telones para teatros estables y compañías ambulantes. Normalmente se alquila un telón teatral que puede montar cualquier carpintero e incluso algún empleado de la empresa que los alquila.
Uno de los primeros decoradores acreditado en un reparto es Vicens Raspall, que aparece en Los guapos de la vaquería del parque (F. Gelabert, 1905), entre los intérpretes de esta cinta se encuentra Juan Morales, que pronto se convierte en el primer decorador cinematográfico español acreditado que desempeña su trabajo de un modo estable.
Las películas tienen argumentos cada vez más largos y que suceden en un mayor número de ambientes diferentes, por ello es necesario crear espacios cada vez más complejos y es preciso construir edificios dentro de los cuales se pueda rodar. Una necesidad acentuada además por la creciente demanda de cintas, lo que obliga a emplear más horas de trabajo en los rodajes, sin perder los días en que las condiciones meteorológicas son adversas. Estos edificios comienzan denominándose galerías, como los espacios con techo de cristal que usan los fotógrafos.
Hasta la aparición de las galerías los decoradores tienen que apoyar sus telones en el suelo, soportados por unas estructuras, casi siempre de madera, que deben aguantar las inclemencias del tiempo. Dentro de los estudios por primera vez se cuenta con un techo donde, no sólo se coloca la iluminación como en el teatro, sino que además sirve para colgar todo tipo de elementos decorativos que crean el espacio de rodaje. Los estudios también permiten trabajar en un espacio cubierto y cerrado, por ello se puede tardar más en hacer los decorados y éstos pueden permanecer más tiempo en el lugar de rodaje. Normalmente se usan telones planos pintados porque son más baratos, al estar prefabricados por las empresas que los alquilan, y por lo sencillo que resulta montarlos con personal no excesivamente cualificado. Estos decorados planos se emplean para solucionar problemas técnicos derivados de una iluminación demasiado plana y uniforme, y no porque se desconozcan otras opciones o por capricho de los profesionales. El decorado plano pintado cumple en aquel momento mejor su función que uno corpóreo de tres dimensiones. La supuesta evolución hacia el realismo que supone el uso del decorado corpóreo se produce por motivos técnicos, cuando paulatinamente se van incluyendo nuevas fuentes de luz colocadas en varios puntos.
En 1908 Gelabert monta una galería en finca La Granja Vieja, en Horta. Parece que acondiciona un antiguo invernadero, en vez de construir un nuevo edificio específicamente dedicado a galería, y es una de las primeras construcciones que se destina en España para servir como lugar de rodaje. En 1909 rueda Guzmán el Bueno y en algunas escenas se emplea un decorado corpóreo en tres dimensiones, superpuesto al telón pintado. El empleo de estos decorados corpóreos se limita a algunos elementos en escenas aisladas de unas cuantas películas. Los decoradores de la época llenan el espacio de objetos y muebles para dar una mayor sensación de verosimilitud y, sobre todo, de riqueza en lo que aparentan ser lujosos edificios de grandes habitaciones, donde deambulan los actores vestidos de etiqueta, todo ello para dar una sensación de opulencia que a veces raya la ridiculez.
Hasta ese momento lo normal es alternar escenas rodadas en exteriores con otras de interiores, en ambientes que aparecen una o dos veces. Al precisarse ambientes más complejos, surge la necesidad de intervenir en los exteriores reales introduciendo elementos artificiales. Esta intervención es desde entonces uno de los cometidos de los directores artísticos, que no sólo deben encontrar, localizar en el argot cinematográfico, los exteriores, sino que además deben modificarlos.
Los espacios cinematográficos habituales hasta entonces, están formados por tres telones planos, que constituyen los tres lados de un cubo, con algunos elementos decorativos adosados. Pronto se van creando espacios con elementos construidos en tres dimensiones. Además los decorados empiezan a ser citados como parte importante de una película, debido a dos factores: por la sensación de realidad que aportan a la película, y el consiguiente encarecimiento de su construcción. Ya hay desde entonces cronistas, que quizás alentados por los productores, reducen sus apreciaciones a cifras expresadas en magnitudes (pesetas, metros...), considerando esta simple cuantificación como el dato más importante a la hora de valorar una película.
En 1924 el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes dicta una Real Orden que regula los rodajes en los monumentos nacionales de cualquier índole artística, debido a los abusos cometidos por equipos de rodaje poco respetuosos. Esta disposición indica que las filmaciones en exteriores son cada vez más numerosas.
La construcción de estudios mejora las condiciones de los rodajes, el trabajo de los decoradores y por tanto, en la mayoría de los casos, la credibilidad de los espacios reflejados en la pantalla, pero económicamente es negativo para las productoras, porque se han de amortizar sus gastos de construcción y mantenimiento. La quiebra de las empresas productoras se produce también por su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. La mayoría de los estudios desaparece cuando surgen otros más grandes, con posibilidades de desarrollar rodajes cada vez más complicados, con una mayor racionalidad de sus elementos, y, sobre todo, preparados acústica y técnicamente para rodar películas con la nueva tecnología sonora. Unos estudios donde los decoradores tienen que modificar las técnicas utilizadas hasta entonces y dejar de usar cristal, metal y otros materiales poco porosos, debido a la resonancia que producen, utilizando aglomerados de madera, corcho y todo tipo de elementos absorbentes.
Como siempre en este blog, si quieren seguir leyendo esta voz, tendrán que hacerlo en el libro impreso.
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