En el número 4 de la revista Arquitectos de Madrid, editada por el Colegio de Arquitectos en diciembre de 2008, se transcribe una conversación entre los arquitectos Fernando Colomo y Mariano Bayón, titulada «Cine y Arquitectura». Efectivamente, además de recuerdos muy personales sobre su paso por la Escuela de Arquitectura de Madrid, hablan de las dos disciplinas en general, pero desgraciadamente no lo hacen sobre sus relaciones, excepto en dos ocasiones.
Colomo dice que ambas «tienen cosas en común: las dos digamos, son grandes artes, pero ambas tienen una utilidad. El cine tiene también ese lado de entretenimiento al que está unido, porque para mí es inconcebible una película aburrida. Si es una obra maestra, pero es aburridísima entonces no es una obra maestra, no puede serlo». Sin comentarios.
Es el mismo Colomo -recuérdese arquitecto y cineasta, no como Bayón al que no se le conocen relaciones con el Cine- quien menciona la otra relación entre el cine y la arquitectura: «yo he aplicado al cine lo que había aprendido en arquitectura. Para mí la forma más sencilla de resolver una secuencia es la buena. Si lo que buscas es un resultado estético vale, pero es un ornamento. Por ejemplo, los planos contrapicados con la cámara baja, al estilo Orson Welles, que es muy válido, pero que sacado fuera de contexto es un ornamento».
Es evidente que ambos detestan el «ornamento», el resultado de una moda, o una tendencia, o una escuela…, o como se quiera denominar, que puede volver en cualquier momento. En cuanto a la bondad absoluta y única del tipo de narración cinematográfica "invisible" del cine "clásico" estadounidense también es muy discutible y no es este el lugar para hacerlo.
Colomo concluye: «hay que encontrar un equilibrio y eso es lo difícil, porque si no el arte sería una fórmula. Es mezcla de sentido común, talento, honestidad, poesía, todo eso es lo mismo en arquitectura que en cine».
Pues eso, sentido común, que desgraciadamente es el menos común de los sentidos.
Colomo dice que ambas «tienen cosas en común: las dos digamos, son grandes artes, pero ambas tienen una utilidad. El cine tiene también ese lado de entretenimiento al que está unido, porque para mí es inconcebible una película aburrida. Si es una obra maestra, pero es aburridísima entonces no es una obra maestra, no puede serlo». Sin comentarios.
Es el mismo Colomo -recuérdese arquitecto y cineasta, no como Bayón al que no se le conocen relaciones con el Cine- quien menciona la otra relación entre el cine y la arquitectura: «yo he aplicado al cine lo que había aprendido en arquitectura. Para mí la forma más sencilla de resolver una secuencia es la buena. Si lo que buscas es un resultado estético vale, pero es un ornamento. Por ejemplo, los planos contrapicados con la cámara baja, al estilo Orson Welles, que es muy válido, pero que sacado fuera de contexto es un ornamento».
Es evidente que ambos detestan el «ornamento», el resultado de una moda, o una tendencia, o una escuela…, o como se quiera denominar, que puede volver en cualquier momento. En cuanto a la bondad absoluta y única del tipo de narración cinematográfica "invisible" del cine "clásico" estadounidense también es muy discutible y no es este el lugar para hacerlo.
Colomo concluye: «hay que encontrar un equilibrio y eso es lo difícil, porque si no el arte sería una fórmula. Es mezcla de sentido común, talento, honestidad, poesía, todo eso es lo mismo en arquitectura que en cine».
Pues eso, sentido común, que desgraciadamente es el menos común de los sentidos.
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