25 julio 2025

El esquivo hombre común.

Cubierta del libro
He de reconocer que desde hace algunos años me interesan tanto o más las autobiografías y entrevistas con cineastas, que los textos escritos por investigadores sobre las trayectorias de esos cineastas, aun teniendo en cuenta que no se debe confiar en lo que dijeron, porque pueden ser unos embusteros, a veces sin quererlo, por olvido o por creerse y crearse "leyendas" con hechos que no ocurrieron, y en otras ocasiones incluso mintiendo adrede.
Hace poco encontré el interesante libro Hollywood: The Oral History, publicado en 2022, con declaraciones recogidas por Jeanine Basinger y Sam Watson, a profesionales pertenecientes a la mayoría de las ramas que intervienen en la producción cinematográfica, entre ellas, un apartado dedicado a la dirección artística, donde se recogen las palabras, entre otros escenógrafos, de Mitchell Leisen, Harry Horner, Robert Boyle, Richard Sylbert y Ken Adam, nombres que le sonarán a algunos aficionados al cine y, sobre todo a quienes les interesan el arte y oficio de crear espacios cinematográficos.
Albert S. Ruddin en 1971
Respecto a las relaciones entre cine y arquitectura, es interesante algo que no está en el apartado antes mencionado, lo que declaró el productor Al Ruddy: «Solo quiero contarles una historia. Es la mía, la de un hombre común y corriente. Fui a la Escuela de Arquitectura de la USC [Universidad del Sur de California], y Frank Lloyd Wright solía venir una vez al año. Él contó una historia que me encanta narrar sobre nuestro negocio, porque es exactamente la misma. Dos arquitectos están haciendo el proyecto de un edificio, dibujando y dibujando, y finalmente son las tres de la mañana. Están discutiendo sobre: "Esto es mejor, aquello es mejor, el mío es mejor, el tuyo es mejor". Uno dice: "Un momento. Tú y yo somos personas muy sofisticadas. Como arquitectos, ambos estudiamos durante años, llevamos años diseñando. Coincidimos en que ambos proyectos son buenos, pero no nos ponemos de acuerdo en cuál es mejor. Pero sí sabemos una cosa: estamos construyendo este edificio para el hombre común y corriente. Preguntemos a ese viejo que está fregando el pasillo, y dejemos que nos diga. Aceptando el que le guste". Salen al pasillo. El hombre lo está fregando y le dicen: "¿Podría venir a nuestra oficina un segundo? Nos gustaría preguntarte algo". Él dice: "Ah, sí, ya voy". Trae el cubo y la fregona y entra en la oficina. Los dos arquitectos están allí, y uno dice: "Mire, nos gustaría preguntarte algo. Son dos diseños para dos edificios. Nos gustaría que nos dijera cuál de ellos le gusta más". "Ah, sí, claro". Mira uno, luego mira el otro, y dice: "Les diré que me gusta este, pero al hombre común probablemente le guste ese otro". Así que intentar encontrar al esquivo hombre común es muy difícil».

Se supone que la mayoría de los seres humanos son eso que se denomina "hombre medio" u "hombre común" --supongo que ahora será "persona común"-- por lo que conociendo sus gustos, en arquitectura y sobre todo cinematográficos, se podría llegar a un mayor número de clientes y/o espectadores, logrando obtener un mayor beneficio económico, algo fundamental en esta sociedad actual, pero este silogismo olvida que los gustos de la mayoría son horribles, que los edificios más admirados por la gente son malos y las películas por ser las más taquilleras, no son las mejores. 
Por eso no se entiende por qué actualmente el interés de los influyentes --traducción de "influencers"-- se mida por el número de sus seguidores, más que por la calidad de sus comentarios. Como tampoco se comprende, por qué los videos con más "me gusta" han de ser los más interesantes.
Lo más popular no es lo de mayor calidad. Lo que lleva a un debate más amplio para discernir lo bueno de lo malo tanto en arquitectura como en la imagen en movimiento.

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