Arquitecturas reflejadas. Fotografía: Alejo Loren Ros. Madrid, 8 de agosto de 2020 |
Ayer recibí un mensaje a través de Facebook, en el que mi amigo Alejo Loren Ros me adjuntaba un artículo, que había escrito para su colaboración semanal con el periódico aragonés La Comarca titulada «Las arquitecturas de los sueños».
La verdad es que me pareció interesante su texto por la relación que hace entre cine, arquitectura y sueños, y por eso me he atrevido a copiarlo en este blog, pensando que le podría gustar a quienes le interesan tanto el cine, como la arquitectura y además lo onírico:
Hoy me levanté convencido de que había visitado una casa singular de la que me había hablado un amigo; una casa de Caspe en la que en la terraza había un jardín. Para entrar en la casa lo hacía desde Caspe, incluso podría decir desde que plaza, pero luego, al visitar la citada terraza veía con claridad que estaba en un lugar que nada tenía que ver con la Ciudad del Compromiso.
No es la primera vez que sueño con arquitecturas imposibles y ficticias que durante el sueño aparecen como totalmente verosímiles. A veces —en sueños diferentes separados por el tiempo— vuelvo a estar en esas creaciones y ambientes urbanos y arquitectónicos creados por el cerebro en mis sueños. Me pasa con un lugar (también “de Caspe”) que sé no existe, pero que reaparece en reiterados sueños; en él hay una casa gótica, con sus arcos, muros y columnas de piedra, con una grandiosidad artística tal que hace que cuando me despierto me entristezca, al ser consciente de que mi pueblo no tiene tal lugar hermoso; solo existe en mis sueños.
Esto me lleva a pensar en Jorge Gorostiza, un amigo arquitecto canario que se ha especializado en estudiar las construcciones que aparecen en las películas, estudiando las relaciones entre arquitectura y cine; o, también las “construcciones filmadas” (éste el es el título de su último libro), a veces tan falsas y efímeras como las de mis sueños.
Arquitectos y directores de cine hacen, en cierto momento de su trabajo, lo mismo: crear espacios y ambientes para vivir; los unos para los ciudadanos, los otros para los personajes de la película. En ambas artes los espacios arquitectónicos no se completan hasta que son vividos, sean por los inquilinos, sean por los personajes de ficción.
Ahora veo con claridad que las arquitecturas que aparecen en mis sueños, por imposibles que parezcan al despertar, también tienen quienes las habite, y por lo tanto quien las viva: siempre yo, que los protagonizo, pero también quienes aparecen en mis sueños: esos seres que —característico de lo onírico— aparecen de repente, sin que hayamos reparado antes en ellos, sin que sepamos muy bien por qué y para qué están allí; y, como dije, apareciendo sin que nada haya echo presagiarlo, sin haber aparecido en títulos de crédito alguno, como sí ocurre en las obras cinematográficas de todos los directores, de Eisenstein a Colomo, ambos, por cierto, arquitectos.
El mundo de los sueños sirvió a Freud para elaborar toda una teoría para explicar lo inexplicable del ser humano, el subconsciente. Ahora yo ligo ese mundo de los sueños con la arquitectura, que siempre ha sido mi pasión frustrada. Y veo que en ellos mejoro el aspecto de mi pueblo, de manera que concibo barrios y edificios que no existen en la realidad, paisajes y casas de Caspe que solo a mí pertenecen pero en los que pueden aparecer cualquiera de ustedes. Son construcciones aun más efímeras y ficticias que las que mira y estudia, en las películas, mi amigo Jorge, a quien dedico esta columna. Columna con poca base, escaso fuste, capitel con mascarilla y la añoranza de las Fiestas de San Roque.
Hasta aquí el artículo de Alejo, al que animo a seguir profundizando en la arquitectura, su «pasión frustrada" y el cine, su profesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario