Hace unos meses, el MUHBA se puso en contacto conmigo para organizar una jornada sobre Barcelona en el cine, entonces se me ocurrió contar con tres personas que son especialista en esta materia, los arquitectos Celia Marín y Antonio Pizza, y el ingeniero Juan Manuel García Ferrer para moderar la mesa redonda posterior a las ponencias. El 23 de mayo pasado, se celebró esa jornada que se tituló Barcelona i cinema: Panortamiques urbanes de la ciutat. A continuación reproduzco tres textos sobre las ponencias, que ha escrito Juan Manuel en facebook:
Por partes, pues, si debe darse cuenta de lo que dicen fue el V Taller sobre la representación de la ciudad del MUHBA, que ocupó toda la tarde de ayer. Iba la cosa de Barcelona y el Cine y su primera parte correspondió a Jorge Gorostiza, por otro lado organizador de la jornada.
Jorge Gorostiza, de quien ya expliqué ayer que era la máxima referencia en cuanto a la relación del cine con la arquitectura y la ciudad (literalmente: hágase la prueba y tecléese “cine, arquitectura, ciudad” en un buscador y ya se verá qué sale), tituló su ponencia “Planos de situación: Barcelona en los inicios de las películas”, sorprendiéndonos con una apasionante catarata de imágenes y secuencias con las que empiezan films, de lo más variopinto, sobre la ciudad.
Justificó su elección homenajeando a Santos Zunzunegui, quien se ve que en su libro La mirada cercana (Paidós, 1996, recientemente reeditado por Shangrila), dijo que en los primeros planos de una película suele estar contenida toda la idea de la película, y ahí estaba Centauros del desierto para demostrarlo...
Pero, de hecho, fue incluso más atrás. Haciendo un paralelismo con los proyectos de arquitectura, aseguró que muchas veces en la portada del proyecto (ver la primera foto) ya está resumida la esencia del proyecto, y que otro tanto pasaba con los carteles de las películas, sirviéndonos a continuación una buena ducha de imágenes icónicas de la ciudad que han servido de tal para producciones de última hora. Yo quedé boquiabierto de la de ocasiones en que había aparecido la Sagrada Familia (en imágenes imposibles, destruida por una hecatombe nuclear, en entornos de lo más fantasiosos -ver, por ejemplo, la segunda foto-, etc.) en los últimos tiempos, cuando ya presentaba bastante más que las cuatro torres originales.
Una vez ya entrando en la materia de su charla de lo más interesante, tras la larguísima panorámica sobre la ciudad de la para mí desconocida The Bobo (Robert Parrish, 1967), de cortas escenas iniciales, con sus títulos de crédito, buena parte rodadas desde puntos idénticos (¡el teleférico!) de una ingente cantidad de películas rodadas en Barcelona, desde la actualidad hasta los años 50. Como la de la tercera foto, que creo corresponde a Sin la sonrisa de Dios (Julio Salvador, 1955).
El resultado de un ímprobo trabajo, que -digo yo- el Museo de Historia de la Ciudad debería comprar y exhibir sin fin en su sede.
El segundo es el siguiente:
V Taller sobre la representación de la ciudad del MUHBA ayer, segunda parte: Celia Marin tituló su conferencia «Los bajos fondos de Barcelona. Persistencia de la geografía del mal». Iba a hablar, en definitiva, del Barrio Chino. Frente a la sobreabundancia de fortísimas secuencias presentadas por Jorge Gorostiza en la suya, Celia Marin presentó en su intervención pocas secuencias, si bien larguísimas. Antes de eso, no obstante, me gustó mucho su introducción al tema, muy bien documentado a base de imágenes de archivo que ilustraban tanto los posturas predominantes ante la pobreza, la delincuencia y la marginación desde el final del siglo XIX a la mitad del XX como la localización y características del “área de estudio”.
Las películas de la época de la República fueron La bandera (Julien Duvivier, 1935) y Barrios bajos (Pedro Puche, 1937), una de las surgidas de la productora de la CNT. Pequeñas referencias a otras películas, ya de posguerra (La calle sin sol, Rafael Gil, 1948; El fugitivo de Amberes, Miguel Iglesias, 1955,...) dejaron claras una serie de características generales sobre la imagen que ofrecía el cine de ese trozo de ciudad tan peculiar: mañanas soleadas en el mercado callejero repleto de gente, persistencia en resaltar las carencias de ese mundillo hasta en los títulos (La calle SIN sol, SIN la sonrisa de Dios, etc).
Y por último el tercero:
La tesis que deduje de la tercera y última ponencia de la tarde del jueves en la sesión sobre Barcelona y el cine del MUHBA, la de Antonio Pizza, es de lo más sugerente y, a la postre, quedó más que demostrada con sus ejemplos: por un lado señalaba un par de paralelismos (quizás debiera hablar mejor de maestros y seguidores):
-Entre la arquitectura moderna de posguerra (de los 40 a los 60, centrándose básicamente en los 60) italiana y la barcelonesa
-Entre el cine italiano ...y el de Barcelona.
Por otro lado demostraba la evolución de un cine y arquitectura neorrealista, con historias, formas y materiales de inspiración y proximidad popular hacia una entrada en otros más sofisticados, que acabaron integrando hasta el pop.
Quizás tergiverse algo la línea argumental de su charla, pero por ahí quedó lo que de ella sedimentó en mí. Para reseguirla, partió siempre en el caso italiano de la mención genérica de los grandes nombres del cine de posguerra y en arquitectura de los del movimiento moderno, que intentaré hacer -por ahora no hay forma- para que se me fijen de una vez en la memoria.
En el caso barcelonés empezó en arquitectura con el primer destello tras la guerra civil del movimiento moderno -el Grupo R-, para fijarse entonces básicamente en un entonces jovencísimo Oriol Bohigas, que se manifestaba hacia una arquitectura popular, proyectando entonces edificios de materiales pobres, casi artesanales (lo que había). El correlato en cine lo encontró en la película Los tarantos (Rovira-Beleta, 1963), que se introducía por el mundo de las barracas del Somorrostro y de Montjuic, por los márgenes de la ciudad, cuyo núcleo se distinguía, en todo caso, ahí al fondo.
El mismo Bohigas fue a partir de ahí evolucionando, marcando todo un proceso de re-apropiación de la ciudad, lo que escenificó en cine en la misma Los tarantos con esa integración final de Antonio Gades en las Ramblas, el núcleo duro entonces de la ciudad, dando unos pasos de baile. Luego siguió lo que tanto en arquitectura como en cine se llamó la Escuela de Barcelona (y llegó a leer los nueve puntos programáticos de la misma escritos en paralelo, cada uno en su campo, por Oriol Bohigas y Joaquín Jordá). Por último, señalando la influencia de Venturi, la llegada desatada del pop la demostró en cine con escenas de Tuset Street (Jordi Grau, 1968) y en arquitectura con un Studio PER que viajaba al mundo de Las Vegas y Disney en Estados Unidos y ese Belvedere que, tergiversando las funciones, colocaba el coche arriba, en el punto tradicionalmente dedicado a mirador. Con Antonio Pizza la Academia dio un paseo triunfal, de lo más rico, por el MUHBA.
No se debe olvidar, que como escribía antes, la jornada finalizó con una mesa redonda moderada por Juan Manuel, en la que se concretaron temas mencionados en las ponencias. El activo MUHBA, que no para de hacer actividades, está preparando unas proyecciones al aire libre que organizará la profesora Marín y afortunadamente continuará con sus estudios sobre la relación del cine con la ciudad de Barcelona.
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