Hace un momento estaba a punto de tirar a la basura algunos periódicos viejos, una actividad casi olvidada, pero que se hacía antes con mucha frecuencia, porque las casas estaban llenas de papeles, y revisándolos me di cuenta que no había leído la última columna de El País del sábado pasado, del 23 de marzo.
Estas columnas, por cierto, un nombre muy arquitectónico, las escribe Fernando Savater y esta, titulada «Lucifera», está dedicada a El manantial. Lo curioso es que no escribe las palabras «arquitecto» ni «arquitectura», curioso porque para quienes nos dedicamos a estudiar as relaciones entre el cine, la arquitectura y la ciudad, normalmente hemos escrito y hablado mucho -quizás demasiado- sobre esta película, siempre centrándonos en los problemas de su protagonista, Howard Roark, olvidando a veces que una buena película, y esta lo es a pesar de la señora Rand, debe tener múltiples facetas y abarcar muchos aspectos polémicos, sin fijarse solo en uno, aunque sea el arquitectónico.
He añadido la columna aquí al lado, por si les apetece leerla, logrando que la composición de la página sea completamente espantosa, como sé muy poco de derechos de autor, supongo que no habrá problemas por reproducirlo, pero en el caso que los hubiera sería eliminaría de inmediato, aunque si así fuera podría leerse aquí, aprovecho para enlazar aquí otra columna relacionada con el cine que en su momento me interesó.
Volviendo al texto de Savater, debería ser una cura contra la arrogancia de tantos arquitectos que se creen, como le sucede a Roark, el centro del mundo y que todo gira entorno a ellos, además de incitar a analizar las películas desde muchos puntos de vista diferentes.
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