Trabajando nuevamente sobre Metrópolis, he encontrado una crítica de la película, publicada en Cine Mundial en 1927 y firmada por Ariza, que reproduzco a continuación:
Producción extraordinaria. Lo es en el sentido de que va a dar origen a multitud de imitaciones, sobre todo en el tratamiento y en la presentación de ciertos "estados de ánimo", pero de ninguna manera por sus méritos. Comienza con un sermón y acaba con un absurdo y los intérpretes trabajan peor y con menos entusiasmo que la vaca de Buster Keaton. Y no cambian ropa, ni por higiene, una sola vez en el curso de los acontecimientos. En cambio, la concepción pictórica es audaz, bella y, sobre todo, novísima. Pero el argumento está tan traído de los cabellos que el realismo de la obra se desvanece en un abrir y cerrar de ojos. El director se distingue, como todos los alemanes, por el excelente manejo de las multitudes y de las grandes masas escénicas. No faltan, no obstante, minutos en que parece que los protagonistas van a marchar con el clásico "paso de ganso" prusiano. La disciplina militar pesa sobre aquellas cabezas sobre las cuales ha restallado el látigo del subteniente.
Es el relato de un "super-hombre" (¡el mismo superhombre de siempre!) a cuyas órdenes un inventor fabrica una máquina con aspecto humano y en la que, nuevo Prometeo, ve palpitar la vida. La máquina destruye la obra del superhombre. Todo ello se supone que ocurra en un futuro problemático.
Esta película, obra maestra de tecnicismo, representa, a mi juicio, un retroceso cinematográfico. Despierta admiración por el talento con que se la hizo y por las innovaciones que en ella entraron, pero aunque es única por su carácter, ni entusiasmará a nadie, ni dejará dinero. Quiso hacerse de su tema una fantasía y resultó un culebrón teatral. El doctor Caligari, emparentado con ella, tuvo el atractivo del tema y de la novedad en la presentación; pero el futurismo de "Metrópolis"' va demasiado lejos y la imaginación, fatigada de las mañas de la trama, sólo ve absurdos. Lo cual es una lástima, porque en pocas películas se ha derrochado tanta belleza mecánica. El asunto está basado en una novela de la esposa del director Lang. Para que nada falte entre los errores cinematográficos, no falta moraleja: la de que el cerebro y las manos fracasan si falta el corazón. Y figúrate, lector, que el cerebro es el capital, las manos el trabajo y el corazón el amor. ¡En el año de gracia de 1927! La idea principal de la obra es atrevida, pero no hay necesidad de aludir aquí a sus sutilezas. Quien guste de novedades, quedará encantado con el espectáculo ; pero la prueba de que no se trata de una cinta popular es que anduvo rodando por Nueva York más de diez meses antes de encontrar una casa alquiladora que la lanzase.
Lo curioso es que no le falta razón a Ariza, en otra entrada anterior reproduje la crítica que hizo Luis Buñuel de Metrópolis, alabando también el aspecto visual y poniendo en duda el interés de su argumento, cualquiera puede estar de acuerdo en que la ciudad y la arquitectura mostrados en la película son espectaculares y motivo de estudio, pero también estará de acuerdo en que su guión es al menos bastante endeble, usando este adjetivo para no calificarlo con otros más duros.
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