Imagen de La Charrette |
Es significativo que las llamadas nuevas -aunque ya no lo sean- tecnologías digitales en el cine se asocien, sobre todo, con lo que se han denominado efectos especiales, aunque se empleen no sólo para recrear fenómenos atmosféricos adversos y explosiones, sino también directamente para la creación de espacios, que es la función principal del escenógrafo, o director artístico, o diseñador de producción, según como se quiera denominar.
Es evidente que una película es el resultado de la suma de los esfuerzos de muchos profesionales, desde el guionista al montador, que han de ser coordinados por el director, cuando esa coordinación falla, es errónea o no tiene el vigor necesario, cada uno de los profesionales trabaja por su cuenta, no se llega a lograr una unidad coherente y eso se nota en el resultado final de la película. Casi siempre los escenógrafos han tenido fricciones con los directores de fotografía, que han llegado a modificar el color de los ambientes ideados por sus creadores, como también los responsables de las cámaras han tenido problemas para introducirlas en los espacios de rodaje y con la colocación de las fuentes de luz, por culpa de decorados mal diseñados.
En Estados Unidos y otros países, los diseñadores de producción coordinan también el vestuario de los intérpretes y en algunos casos los efectos especiales, una consecuencia lógica de su papel como creadores de todo el aspecto visual de una película y algo que todavía no ocurre en España. Afortunadamente en nuestro país hay profesionales de la escenografía que abogan por esa unión imprescindible, uno de ellos es Joan Artí que en su interesante blog La Charrette ha publicado ya algunas entradas sobre este tema, como ésta. Esperemos que pronto este desfase se corrija en nuestro país, posiblemente gracias a personas como Artí.
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