Cartel de la película |
Un artículo reciente en la revista Portavoz, escrita por la arquitecta Marlen Mendoza, me ha recordado una película de esas que siempre se usan para hablar de la relación entre cine y arquitectura, la argentina Medianeras, dirigida por Gustavo Taretto en 2011. Una película amable, sin complicaciones y, todo hay que decirlo, sin demasiado interés cinematográfico. Lo cierto es que yo también la estoy usando para un libro que estoy escribiendo sobre Cine y Ciudad.
No voy a hablar sobre ella y si quieren saber algo más les recomiendo el estupendo artículo que antes mencionaba, sí voy a reproducir el texto inicial, recitado en "off" por el protagonista, porque tiene interés y es ingenioso:
«Buenos Aires
crece descontrolada e imperfecta, es una ciudad superpoblada en un
país desierto, una ciudad en la que se yerguen miles y miles y miles
y miles de edificios sin ningún criterio. Al lado de uno muy alto
hay uno muy bajo, al lado de uno racionalista, uno irracional, al
lado de un estilo francés hay otro sin ningún estilo. Probablemente
estas irregularidades nos reflejen perfectamente, irregularidades
estéticas y éticas. Estos edificios que se suceden sin ninguna
lógica demuestran una falta total de planificación. Exactamente
igual es nuestra vida, la vamos haciendo sin tener la más mínima
idea de cómo queremos que nos quede. Vivimos como si estuviésemos
de paso en Buenos Aires. Somos los inventores de la cultura del
inquilino. Los edificios son cada vez más chicos, para darle lugar a
nuevos edificios, más chicos aún. Los departamentos se miden en
ambientes y van desde los excepcionales cinco ambientes con balcón
terraza, playroom, dependencia de servicio, baulera, hasta el mono
ambiente, o caja de zapatos. Los edificios, como casi todas las cosas
pensadas por el hombre, están hechas para que nos diferenciemos, los
unos de los otros. Existe un frente y un contra frente, están los
pisos altos y los bajos. Los privilegiados son identificados con la
letra A, o excepcionalmente la B, cuanto más progresa el abecedario
menos categoría tiene la vivienda. Las vistas y la luminosidad son
promesas que rara vez coinciden con la realidad. ¿Qué se puede
esperar de una ciudad que da la espalda a su río? Estoy convencido
de que las separaciones y/o divorcios, la violencia familiar, el
exceso de canales de cable, la incomunicación, la falta de deseo, la
abulia, la depresión, los suicidios, las neurosis, los ataques de
pánico, la obesidad, las contracturas, la inseguridad, el
hipocondrismo, el estrés y el sedentarismo son responsabilidad de
los arquitectos y empresarios de la construcción. De estos males,
salvo el suicidio padezco todos».
Que conste que "playroon", "baulera" e "hipocondrismo" son palabras que se dicen en el texto, deben ser argentinas, y no me las he inventado o son una mala transcripción.
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