Hacía bastante tiempo que quería escribir algo sobre el último libro de Ángel Quintana, Después del cine: Imagen y realidad en la era digital, publicado por Acantilado el año pasado -que ya le había editado Fábulas de lo visible: El cine como creador de realidades-, pero no había encontrado el momento. Antes de continuar tengo que aclarar que no es un volumen dedicado a estudiar las relaciones entre cine, arquitectura y ciudad, como otros sobre los que he escrito en este blog, sino que habla del cine en la actualidad, relacionándolo con el cine anterior, con asociaciones sorprendentes, por ejemplo, para comenzar a hablar de los cuerpos enlaza a Charlot prestamista (The Pawnshop, 1917) con los bichos azules de Avatar (James Cameron, 2009).
Hay mucho que comentar, he marcado muchos párrafos y he tomado un montón de notas sobre diversos temas, entre ellos por qué la historia del arte ha privilegiado la invención frente las imágenes y objetos que surgieron de un contacto con el mundo físico; que «lo propio de la imagen digital es la simulación y no la captura de las huellas del mundo físico»; también sobre el diseño de producción en la era digital (p. 109 - 112), y que «en el cine digital, el cineasta no se sitúa frente a las cosas, sino que atraviesa el mundo con la propia cámara»...
En definitiva, es un libro que se debe leer con un lápiz al lado para ir apuntando sus hallazgos y las sugerencias que provoca para seguir trabajando sobre los temas que trata, un análisis completamente fascinante y uno de los más lúcidos que he leído en mi vida, y además creo que es un libro esencial para conocer los derroteros que está tomando la imagen en movimiento en el momento actual.
Hay mucho que comentar, he marcado muchos párrafos y he tomado un montón de notas sobre diversos temas, entre ellos por qué la historia del arte ha privilegiado la invención frente las imágenes y objetos que surgieron de un contacto con el mundo físico; que «lo propio de la imagen digital es la simulación y no la captura de las huellas del mundo físico»; también sobre el diseño de producción en la era digital (p. 109 - 112), y que «en el cine digital, el cineasta no se sitúa frente a las cosas, sino que atraviesa el mundo con la propia cámara»...
En definitiva, es un libro que se debe leer con un lápiz al lado para ir apuntando sus hallazgos y las sugerencias que provoca para seguir trabajando sobre los temas que trata, un análisis completamente fascinante y uno de los más lúcidos que he leído en mi vida, y además creo que es un libro esencial para conocer los derroteros que está tomando la imagen en movimiento en el momento actual.
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