Este año la Semana de Cine de Terror de San Sebastián ha organizado un ciclo de películas sobre la relación entre la revista francesa Métal Hurlant, publicada entre 1975 y 1984, y el cine, con motivo de este ciclo, se ha editado un libro coordinado por Jesús Palacios, titulado Métal Hurlant y el cine fantástico, con una estupenda fotografía en su cubierta de Pedro Usabiaga.
La primera parte del volumen repasa la historia de la publicación y analiza su papel en el mundo del cine, mientras que la segunda aborda las figuras de los autores más destacados de Métal Hurlant, como Jean Giraud Moebius, Enki Bilal, Marc Caro, Alejandro Jodorowsky, H. R. Giger, Richard Corben y Juan Giménez, con artículos de, entre otros, Carlos Arenas, Ángel de la Calle, Borja Crespo, Antonio José Navarro, Adolfo Reneo y el propio Jesús Palacios, quien me invitó a escribir un texto que titulé «Una terrible fuerza visionaria. El diseño de producción fantástico tras Métal Hurlant» y su inicio es el siguiente:
Métal Hurlant ha sido una de las más poderosas fuentes de imágenes de finales del siglo XX, también es obvio que esas imágenes han sido muy diferentes entre sí según quienes fueran sus autores; es muy difícil y no es el objeto de este artículo, encontrar características comunes entre los trabajos de, por ejemplo, Jean Giraud (Moebius), Jean-Claude Mézières, François Schuiten, Enki Bilal y otros dibujantes que han publicado en la revista; por lo que también es complicado encontrar relaciones formales con el cine. Lo que sí es cierto es que dentro de sus imágenes han sido cruciales los espacios, ambientes o fondos donde han desarrollado los argumentos, es decir, el cometido que en el cine realizan los, hoy en día conocidos como diseñadores de producción. Para entendernos en pocas palabras, quienes crean todo lo aquello que aparece en las pantallas rodeando a los personajes.
Ante todo debe constatarse el gran riesgo que se corre cuando se citan las influencias concretas que ha tenido cualquier autor, excepto en el caso que sea él mismo quien reconozca esas influencias. Esto sucede incluso en el caso de referencias visuales que deberían ser más obvias al ser imágenes que podrían compararse. Cuando se menciona alguna semejanza puede suceder que el creador la niegue, en ese caso quien se ha aventurado, rebuscado hasta encontrar relaciones que le parecían aceptables, quedará en el más absoluto ridículo, aunque también es verdad que, teniendo en cuenta la reciente proliferación de imágenes, es posible que el autor las haya almacenado en su inconsciente y después las use y transforme sin percatarse, ni desearlo.
Si aún le interesa seguir leyéndolo, tendrá que hacerlo en el libro que puede adquirir, por ejemplo, en 8 1/2 Libros de Cine.
Métal Hurlant ha sido una de las más poderosas fuentes de imágenes de finales del siglo XX, también es obvio que esas imágenes han sido muy diferentes entre sí según quienes fueran sus autores; es muy difícil y no es el objeto de este artículo, encontrar características comunes entre los trabajos de, por ejemplo, Jean Giraud (Moebius), Jean-Claude Mézières, François Schuiten, Enki Bilal y otros dibujantes que han publicado en la revista; por lo que también es complicado encontrar relaciones formales con el cine. Lo que sí es cierto es que dentro de sus imágenes han sido cruciales los espacios, ambientes o fondos donde han desarrollado los argumentos, es decir, el cometido que en el cine realizan los, hoy en día conocidos como diseñadores de producción. Para entendernos en pocas palabras, quienes crean todo lo aquello que aparece en las pantallas rodeando a los personajes.
Ante todo debe constatarse el gran riesgo que se corre cuando se citan las influencias concretas que ha tenido cualquier autor, excepto en el caso que sea él mismo quien reconozca esas influencias. Esto sucede incluso en el caso de referencias visuales que deberían ser más obvias al ser imágenes que podrían compararse. Cuando se menciona alguna semejanza puede suceder que el creador la niegue, en ese caso quien se ha aventurado, rebuscado hasta encontrar relaciones que le parecían aceptables, quedará en el más absoluto ridículo, aunque también es verdad que, teniendo en cuenta la reciente proliferación de imágenes, es posible que el autor las haya almacenado en su inconsciente y después las use y transforme sin percatarse, ni desearlo.
Si aún le interesa seguir leyéndolo, tendrá que hacerlo en el libro que puede adquirir, por ejemplo, en 8 1/2 Libros de Cine.
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