21 agosto 2025

Una inmobiliaria en las pantallas

Cartel de la película.
Gracias a una investigación que estamos desarrollando Ana Pérez y yo, llevamos bastante meses viendo y revisando muchas películas españolas. Hace unos días le tocó el turno a Un millón en la basura, dirigida por José María Forqué en 1967. 
Imagino que conocerán su argumento, pero por si acaso, recuerdo que Pepe Martínez (José Luis López Vázquez) es un humilde empleado del servicio de limpieza del Ayuntamiento madrileño, que está a punto de ser desahuciado y no tiene dinero para poder mantener a su mujer, Consuelo (Julia Gutiérrez Caba), y sus dos hijos; una noche mientras riega las calles, encuentra una cartera en un cubo de basura con un millón de pesetas en su interior, una cantidad muy importante en la época, que ahora solo son seis mil euros. Esta millonada ---nunca mejor dicho-- la ha perdido  Bermejo (José Orjas) el administrador de una empresa relacionada con Leonardo Borja Salcedo (Guillermo Marín), de quien se dice que es «Presidente del Consejo de Administración del Banco Insular, Consejero Delegado de Inmobiliarias ACESA, Director Gerente de Construcciones Aeronavales y Presidente del Club de Golf La Florida». 
Lo que interesa en este blog es la relación de este personaje con la arquitectura, es decir, su actividad en la inmobiliaria y cómo se creía en el cine español de los años sesenta que era un empresario de ese sector.
El interior de ACESA.
Pepe y Consuelo quieren devolver el millón a su propietario y una mañana van al banco, pero no está allí, tampoco en otra de sus empresas, donde «nunca va por las mañanas», por fin llegan a la inmobiliaria ACESA, allí el protagonista le dice a un portero: «llevo desde ayer detrás de Don Leonardo» y este le contesta: «eso no es nada, hay quien lleva años», demostrando que no atiende a las personas; pero el matrimonio se cuela sin permiso en las oficinas, por cierto, un espacio muy innovador para la época, en los títulos de crédito se dice que la película está rodada en Madrid y añade «Parque de las Naciones e Inmuebles Reunidos» y posiblemente sea en la sede de esta inmobiliaria donde se filmó esta escena, volviendo al argumento, son
 atendidos por Don Ramón González (José Sazatornil) un personaje siniestro, que por fin les permite entrar en el despacho de su jefe. 
Leonardo Borja Salcedo (Guillermo Marín).
La primera vez que se ve a Leonardo está fumando, parapetado detrás de la maqueta de un grupo de edificios y delante de la reproducción de un gran mapa antiguo, diciendo: «e
so es cuenta suya, a mí no me importa lo que usted haga, solo sé que debíamos entregar esta obra el día uno y aún no sé cuándo la vamos a entregar», esto se lo dice a un hombre con un rollo de papel en la mano, que puede ser arquitecto o constructor, y que con actitud sumisa, le contesta: «Don Leonardo, es que el tiempo nos ha perjudicado mucho y los retrasos...», el empresario le interrumpe enérgico: «intensifique el trabajo [...] ponga tres turnos, haga lo que sea. Usted me responde de que el día veinticinco estará todo listo», entonces una secretaria le llama por teléfono para decirle que lo llaman de una empresa, pero él contesta que ahora no puede atenderlos, pero cuando vuelve a llamarlo para decirle que es del Club de Golf, cambia su actitud, atiende la llamada inmediatamente con voz cariñosa y echa a todos de su despacho para poder hablar sin que le oigan.
Subordinado y jefe.
Un empresario millonario de aquella época, según
 el «argumento, guion y diálogos» de Pedro Masó, Antonio Vich y Vicente Coello, que no queda muy bien parado, parece que está muy ocupado, pero no va a trabajar, es implacable con sus empleados y le interesa más el golf que sus negocios, además González, su empleado, trata mal a los inocentes protagonistas y los lleva a una comisaría de policía, porque cree que son cómplices de Bermejo. Sin embargo, la película acaba con un final feliz, forzado y poco creíble, propio de los guionistas y favorable al régimen político, en el que González lleva a casa del matrimonio dos juguetes para los niños y una gratificación económica, que les salva el desahucio y les permite salvar su pésima situación económica.
No es la primera vez que el cine español de esa época critica tímidamente a los millonarios, incluso a los relacionados con la construcción, sin llegar a mencionar que habían conseguido su dinero gracias a influencias y manejos políticos, pero es interesante la forma en que se hace en Un millón en la basura
Forqué era un director con oficio y dirigió algunas películas interesantes, pero es cierto que no llegaron a compararse, por ejemplo, con las mejores colaboraciones entre Azcona y Berlanga, ni siquiera en las que el propio Forqué colaboró con ese guionista, pero esto es otra historia.... El cine a veces también funciona como como reflejo de la realidad.

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