Les éplinges es una película producida por Gaumont en 1913, protagonizada y al parecer dirigida por Léonce Perret, que dura alrededor de catorce minutos y puede encontrarse aquí. Su título puede traducirse como Los alfileres y se refiere a las varillas puntiagudas de metal, que usaban las señoras para sujetarse los sombreros en el pelo, e hecho, la película también tuvo el título À propos d'épingles à chapeu (Acerca de los alfileres para sombreros). Toda ella se desarrolla en dos habitaciones y un pasillo de un piso burgués y en una secuencia, en la escalera común del edificio. Escribo sobre ella precisamente por la supuesta distribución interior de esa vivienda.
Léonce va a entrar en el dormitorio. |
El comedor en la siguiente secuencia. |
Renée en el distribuidor mirando por el ojo de la cerradura de la puerta del dormitorio. |
Es interesante conocer la distribución de la casa y la posición de las estancias, siempre según los movimientos de los personajes. La habitación donde se desarrolla la mayoría del argumento es el dormitorio, en el que puede verse una cama y al fondo una cristalera con una puerta de dos hojas, a través de la que al principio entra Léonce por la derecha, vestido con un abrigo y sombrero, por lo que viene de la calle, por esa cristalera sale Renée, tras conversar con su marido. La siguiente secuencia sucede en un comedor que tiene su acceso por la derecha del encuadre, por donde llega la mujer y se llevan al marido supuestamente herido, entrando en el dormitorio por la izquierda del encuadre; la mucama sale de ese cuarto por el fondo pero va hacia la izquierda donde debe estar la puerta de entrada a la vivienda, contradiciendo la posición del marido al principio, y el lugar por el que accede con el médico, quien acompaña a la protagonista para que salga por la izquierda del enciadre a una habitación intermedia, un distribuidor o un pasillo, que no se había visto antes, por una puerta a través de la que ella ve que todo es mentira; y vuelve a entrar por la derecha al comedor, donde urde su farsa. La acción se traslada de nuevo al dormitorio al que acceden por la izquierda, el protagonista envía a la mucama a traer algo y ella hace el mismo recorrido que cuando fue a buscar al médico, quien a su vez envía al marido también a traer algo y éste sale por la derecha, volviendo con una palangana con agua, por lo que en ese sitio puede haber un cuarto de baño o podría ser también la cocina, pero no parece lógico que estuviera al lado del dormitorio, lo que se confirma cuando llega la mucama con un jarro y el protagonista le indica que vaya a llenarlo saliendo por ese lado de la habitación, cuando ella regresa, el marido le da la receta que ha hecho el médico y ella sale hacia el comedor.
Por cierto, una receta muy particular en la que al marido se le recomienda «Poner una venda a la rodilla herida. Baños de pies con cocaína» y a la mujer «Colocar una rodillera en el ojo izquierdo. Loción de mostaza».
Esta distribución tiene dos incongruencias, la primera la dirección hacia la que se va desde detrás de la cristalera del dormitorio, hacia la puerta de entrada, que va variando según va avanzando la acción, primero desde la derecha, por donde entra Léonce, después a la izquierda, por donde se va la empleada de hogar y vuelve con Keppenson, y por último, cuando por fin se va el médico, directamente por la izquierda, por el lugar donde está el comedor y sin llegar a atravesar la puerta de la cristalera .
Vista imposible de Renée a través de la cerradura, porque ella está en el lateral de esa habitación y la ve desde el frente, donde está situada la cámara. |
Estas incongruencias no son graves, ni perjudican al argumento, e incluso es posible que los espectadores no las apreciaran, pero son interesantes para comprobar cómo se concbía y construia en los primeros años del cine el espacio cinematográfico, muy parecido entonces al espacio escenográfico teatral.
Los esposos besándose ocultos. |
El otro aspecto singular se desarrolla en la última secuencia, cuando la empleada del hogar, cargada con los medicamentos recetados por el médico, vendas y otros enseres, antes de entrar al dormitorio, donde está el cariñoso matrimonio, toca su puerta, oye algo, pone cara de asombro, acerca la oreja a la madera y lo que percibe aumenta su perplejidad, al mismo tiempo que la escandaliza. Una secuencia que se anticipa a otras con puertas también cerradas en películas dirigidas por Lubitsch. Recuérdese que alguien llegó a decir que este director insinuaba más con una puerta cerrada que otros con una bragueta abierta.
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