29 septiembre 2013

En la ciudad del mañana

Cubierta de En la ciudad del mañana
En otras tres ocasiones ya he comentado en este blog libros publicados por errata naturae, normalmente sobre cine. En junio editaron En la ciudad del mañana, la correspondencia entre la joven escritora Brigitte Reimann y Hermann Henselmann, el maduro arquitecto estrella de la República Democrática Alemana, para los más jóvenes e indocumentados, la denominada Alemania comunista. En esta cuidada edición no sólo se recogen las cartas, sino también artículos de ambos que se mencionan en esas cartas, diarios de ella, un artículo de la mujer de él, e importantes anotaciones sobre las personas que se van citando.
En el libro casi no se habla de cine, sólo se menciona al director Kurt Maetzig, con el que iba a colaborar Brigitte; ella en una carta habla de la complicidad que se establece con su pareja cuando están viendo una película y al emocionarse en una escena, se dan un golpecito en las costillas; y por último, Brigitte está en una "calle muerta" y menciona Fresas salvajes: "ventanas sucias, celosías cerradas, ni un alma a la redonda, una iglesia muerta, todos los tejados y paredes grises por el polvo de cemento. Era tan horrible". Sin embargo, se habla bastante de arquitectura, por ejemplo en la carta que escribe Henselmann el 1 de marzo de 1966, menciona el trabajo de los arquitectos: "Ahora bien, la figura del arquitecto tiene sus rasgos especiales y característicos. Hay profesores universitarios de prestigio que, tomados en conjunto, brindan un determinado tipo. No creo alejarme mucho de este tipo. Fueron casi siempre personas con grandes flaquezas. A bote pronto yo diría que esto se debe al carácter sumamente contradictorio de nuestra tarea artística, que resulta simplemente de ese extraño margen entre idea y realización. El proceso de realización es mucho más complicado en el caso del arquitecto que en el de cualquier otro artista, y exige picardía, astucia, saber nadar entre dos aguas: en resumen, todo esto que Brecht, en conversación al menos llamaba siempre astucia galileana. Amén de que los últimos cien años se han visto caracterizados por la búsqueda del cliente".
La verdad es que cuando empecé a leer este libro no pude dejarlo, las reflexiones, sobre todo, de Brigitte y también de Hermann, son a veces crueles, incluso banales, pero siempre apasionantes.

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