El pasado sábado El Viajero de El País publicó un artículo mío sobre París y el cine, titulado «El Gordo, el Flaco... y París», con una estupenda fotografía que encabeza este post de Bertrand Rieger, lo reproduzco a continuación:
«Es evidente que la realidad y la ficción están cada vez más conectadas, por ejemplo en París, donde se puede pasear entre fragmentos de edificios históricos a tamaño natural, hasta que al llegar a uno de ellos se le muestra al paseante su parte trasera y entonces descubrirá que todos ellos están construidos con escayola, como los decorados cinematográficos. Este paseo se hace en la planta baja de la
«Es evidente que la realidad y la ficción están cada vez más conectadas, por ejemplo en París, donde se puede pasear entre fragmentos de edificios históricos a tamaño natural, hasta que al llegar a uno de ellos se le muestra al paseante su parte trasera y entonces descubrirá que todos ellos están construidos con escayola, como los decorados cinematográficos. Este paseo se hace en la planta baja de la
Cité de l'architecture et dú patrimonie (plaza del Trocadero, 1), en la planta alta hay una asombrosa muestra de arquitectura moderna y contemporánea, llena de documentos y maquetas, pudiendo transitar por una vivienda dúplex de la Unidad de Habitación de Le Corbusier, también construida con las mismas técnicas cinematográficas.
Esta "ciudad" está dentro del Palacio de Chaillot, ocupando unos espacios colindantes a los que usó Henri Langlois para exponer la colección de la cinemateca que fundó. Ahora la Cinémathèque française (Rue de Bercy, 51) está en un edificio ideado por Frank O. Gehry en 1993 para el American Center, en su momento mostrado en todas las revistas, pero que ha envejecido mal y hoy parece el fondo de un corto de animación de los Looney Tunes o una caricatura de otros edificios posteriores del arquitecto, de todos modos vale la pena, venciendo las reticencias ante tanta pared inclinada y ondulaciones, entrar en la cinemateca, además de las siempre interesantes exposiciones temporales, tres salas de cine, la biblioteca y la librería, hay una muestra permanente denominada Passion Cinéma con joyas como un traje de Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó, la cabeza momificada de la madre de Norman Bates de Psicosis, donada por Hitchcock, y varios dibujos originales de escenógrafos expresionistas, además de una sección fascinante sobre Georges Méliès.
Casi enfrente de la cinemateca, cruzando el Sena, está la nueva Bibliothèque Nationale de France (Quai François Mauriac, 11), con una gélida plaza bajo sus cuatro torres y un bello patio ajardinado, al que dan la espalda las salas de lectura. Colindante a este edificio hay un complejo multisalas, el MK2 Bibliotèque, con catorce salas, librería y el restaurante Chez Jules et Jim., una de cuyas peculiaridades es la de contar con butacas dobles Love nest, diseñadas por Martin Szekely, cuyo brazo intermedio puede levantarse y desaparecer. Sin embargo, los cines MK2 más curiosos son los dos que están enfrentados con el Sena en medio (Quai de Seine, 14 y Quai de Loire, 7), también con librerías y un servicio gratuito de transporte entre las dos orillas en la lancha Zéro de Conduite, que atraca cerca la barcaza turística Marcel Carné. Como se puede comprobar, el cine contagia todo aquello que le rodea.
En todo el mundo, los grandes cines desaparecen o se mantienen sus cascarones para dentro transformarlos en tiendas o discotecas. París que, según dicen, es la ciudad europea con más cines por habitante, tiene todavía algunos bellos edificios cinematográficos como La Pagode (Rue de Babylone, 57 bis) una reproducción de una pagoda japonesa que el dueño de los almacenes Bon Marché le construyó a su esposa, trayendo materiales del país del sol naciente, sin embargo, el año que acabó el edificio ella le abandonó, huyendo con el hijo de su socio; a partir de 1931 se usó para proyectar películas, hoy tiene dos salas y una de ellas aún se denomina japonesa. Otro cine célebre es Le Studio des Ursulines (Rue des Ursulines, 10) en el Barrio Latino, en él se estrenó en 1929 Les Mystères du château du Dé de Man Ray junto a Un perro andaluz, Buñuel cuenta en sus memorias que se colocó detrás de la pantalla con unas piedras por si tenía que defenderse arrojándoselas al público, entre el que estaba Le Corbusier, Cocteau y Picasso. La película continuó proyectándose en el Studio 28 (Rue Tholozé, 10) en Montmatre, donde, siempre según Buñuel, hubo dos abortos durante las proyecciones. Siguiendo con el director aragonés, su siguiente película, La edad de oro, tras unas proyecciones privadas, se proyectó en 1930 Le Cinéma du Panthéon (Rue de Victor-Cousin, 13) cuyo propietario entre 1929 y 1990 fue Pierre Braunberger, productor de Resnais y Truffaut, y aún hoy sigue apostando por una programación de calidad. Esta película se estrenó al público en el mítico Studio 28, antes citado, y en el vestíbulo se exhibían cuadros de, entre otros, Dalí, Ernst, Man Ray, Miró y Tanguy; seis días después miembros de dos grupos de extrema derecha atacaron el cine, rasgaron los lienzos y rompieron las butacas; La edad de oro fue prohibida y tuvo que esperar a 1981 para poder ser distribuida en Francia; el edificio, inaugurado con unos fragmentos del Napoleón de Abel Gance -hoy se denominarían Making Off-, sigue teniendo encima de su puerta un letrero que dice «La salle des chefs d'oeuvre. Le chef d'oeuvre des salles» (La sala de las obras maestras. La obra maestra de las salas) su autor es Jean Cocteau, diseñador además de las cuatro lámparas con conos multicolores que aún se conservan en su interior. Las modestas fachadas de Le Studio des Ursulines y el Studio 28, pueden pasar desapercibidas si el viandante no se fija. Algo completamente imposible en Le Grand Rex (Boulevard Poissonniére, 1), cuya torre luminosa es visible a muchos metros de distancia, el que se ha dicho que es el cine mayor de Europa con sus 2800 butacas, fue durante la ocupación alemana un Soldatenkino exclusivo para las tropas germanas y ha ido renovándose, primero con sus escaleras mecánicas –inauguradas por Gary Cooper-, después con la apertura en el sótano de tres salas, tras las que se abrieron otras cuatro; su última innovación es una visita interactiva a los bastidores, normalmente ocultos a la vista de los espectadores. Como siempre, la imaginación humana es capaz de superar las crisis, gracias a la invención de nueva fórmulas que permitan la supervivencia.
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